dissabte, 24 d’octubre del 2009

QUIÉN TE DIO PERMISO. CAPÍTULO VI

Mis queridos lectores....
se acerca el momento de empezar a indagar en la verdadera historia.... y no voy a dejaros con las ganas... adelante, pasad, pasad....








Para los rezagados:

Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V

QUIEN TE DIO PERMISO. CAPÍTULO VI

Había trasladado el contenido del arcón a mi habitación., me temblaban las manos y lo que era aún peor, tenía esa extraña sensación de oler el peligro en el aire, cómo suele pasarme en las congregaciones de Miraflores. No consigo librarme de la sensación de ser como una mariposa arrepentida de su desesperación; como si fuera motivo de alarma el golpear una puerta y sorprenderse, en esta familia cualquier cosa fuera de lugar es… más que sorpresiva, insultante. Lo intento, pero me sigo alarmando por este orden asmático que reina aquí. Caigo y de la caída nace un cáliz con figuras abstractamente dispuestas, como queriendo estar desordenadas pero no es así. Todo tiene su ciencia.

Esa tensión ancestral legitimada por los años, no sé…. nadie habla nunca claro, comentarios a medio decir que son como recetas milagrosas para exorcizar alguna especie de condena, miradas intensas de reproche que se hacen de soslayo y dejan un regusto a mala niebla en la boca… algo les ocurre a todos, son como sombras en crisis, algo….que queda impreso en las huellas dactilares de la voz, para que nadie pueda escaparse, quedarse fuera…. ¿Y las sonrisas? Es increíble lo falsas que pueden llegar a ser sus sonrisas, si cuando las combinas con la mendicidad de la mirada suenan a anacronismo absoluto, a discordancia semántica, a fallo de sintaxis!!!! Y sin embargo allí estamos todos, como todos los veranos, juntos y unidos, formando un núcleo familiar excepcional….

Sentada en el borde de la cama, examiné la primera de las cartas, no había fecha ni más nombres que un sencillo “Su hijo Francisco” al final del escrito a modo de despedida. Las únicas referencias que podían servirme de guía estaban en el sobre, un matasellos de Venezuela y la fecha de expedición medio ilegible sobre un papel satinado de color amarillento probablemente ya en su origen, y que con el pasar de los años, se había oscurecido aun más.



“Madre,

Hace tiempo que no contactaba con usted, pero ya se sabe, los muertos no hablan, así que me ahorraré las disculpas y demás palabrería que a estas alturas ya no tendrían ningún sentido. Además, tenga en cuanta que en mi destierro no siempre es fácil conservar la identidad –o mejor dicho la no-identidad- sin incurrir en riesgos que ninguno de los dos desearía, ¿o quizá si?

Padre dice que está bien, me “alegra”(si es que puede decirse así) saberlo. Me entristece no poder comprobarlo personalmente pero hace ya tanto tiempo que aprendí a vivir sin su presencia que casi se ha convertido en una imagen fantasmagórica para mi, que me sirve de bálsamo en mis momentos más desesperadamente amargos, y usted, más que nadie en este mundo, sabe que los hay.

He tenido que aceptar la imposición de que mi ausencia era necesaria (o al menos lo era en su mundo), ¿pero se da cuenta de lo extremadamente difícil que es seguir viviendo así? No sólo me ha despojado de mi esencia, de mi pasado y de mi familia, sino que también lo ha hecho con mi futuro, ya no hay posibilidad ninguna para mí, madre, y todo se lo debo a usted.

Me ha matado en vida, y lo ha hecho con tanta conciencia como con la que yo lo acepté, por no contrariarle, por no causarle más daño, como lo hizo usted antaño, ¿verdad madre? Padre tampoco tuvo el valor de contrariarle cuando tomó la decisión de desterrarle a él también, de hecho nadie ha osado contrariarle nunca, y en ello radica toda su fuerza.

No es mi intención implorar el perdón. No, no voy a pedirle perdón madre, y si le inflijo pesar con mis palabras, sepa que es la única arma que me queda para paliar tanto dolor, el único vínculo que me une a usted. Las palabras escritas en un papel, escasas y siempre maquilladas bajo el anonimato de quien no existe ya, y nunca existirá.

Un muerto no puede resucitar.

Desde mi tumba, con toda mi rabia,
Su hijo Francisco. “


Creo que me mareé. No sabía donde estaba, no lograba entender absolutamente nada. Recuerdo que lo que se me quedó en diagonal en el estómago fue el tono de aquellas líneas.

Yo soy de las que defiendo que el amor a nuestros padres no es congénito, que no vienen ya de fábrica las coordenadas en el GPS de nuestro corazón para llevarnos directamente al amor paternal. No, los sentimientos elaborados, como todo en esta vida, hay que aprenderlos, y el amor “consciente” a nuestros progenitores lleva su tiempo, porque antes de esa fase, es pura necesidad. Pero lo que tenía delante… aquello era infumable. Tenía ante mí un desnudo de alguien desgarrado, con mucho, mucho odio entre las cejas. No alcanzo a comprender como puede alguien condensar tanta saliva fermentada y no morir de una úlcera sangrante en las encías.


- Amira, cielo, la cena estará lista en diez minutos, por favor no tardes en bajar, sabes que a tu padre no le gusta esperar-


Volví a colocar la carta en el sobre y tuve mucho cuidado en guardar mi recién hallado tesoro, aunque no tuviera muy claro en que consistía todavía, entre la ropa interior en el cajón de la cómoda.

Bajé a cenar un segundo antes de los diez minutos concedidos como margen, sabía perfectamente que mi padre no soportaba la espera, la puntualidad era una norma más de entre las miles de pautas estrictas que regían el interior y el exterior de mi familia. Quizá mi naturaleza sea desordenada por un extraño error en mi ADN, o puede que éste hiciera campana el día en que las células aprendieron la combinación adecuada para los Miraflores, pero lo cierto es que me ahogo entre las líneas cuadriculadas de esta inmensa libreta donde nunca ha habido ni una sola hoja en blanco, y ahora que la buhardilla se ha quedado huérfana, siento una punzante necesidad de volver a mi mundo, a la universidad, al lado de Tomás… seguir con mis idas y venidas, entre cafetería y bocadillo rápido en el Bar Estudiantil, abriéndome paso entre cuerpos, codos, carpetas y cabezas sonámbulas luchando por conseguir una dosis de café con leche, biblioteca, sala de actos y el rector de mi tesina… sí, ese es el océano que necesito inyectarme ya mismo en las venas…. .

Mantel y servilletas. Amarillo como las baldosas el mantel, verde como la cenefa que unía el mármol con la pared, las servilletas. Platos en crema con florecitas verdes y amarillas, a juego con los cojines que cubrían los taburetes dispuestos alrededor de la mesa rectangular situada milimétricamente en el centro exacto de la cocina, todo dispuesto y en orden, todo menos los jugos gástricos de mi mente.

Por una vez en la vida, la ley del silencio jugaba a mi favor. Ese silencio denso que lo impregnaba todo, ese eficiente verdugo de las inquietudes y hasta las emociones, sólo interrumpido por la música del gramófono de la sala de estar de uso exclusivo de mi padre, acabó de indigestarme y me sirvió para excusarme a mitad de la sopa, esquivar la mirada de desaprobación que formaba parte de las muchas cosas que sin decirse acababan siempre en el aire, y escabullirme de ese tono cortante que podía intuir hinchando sus labios hasta convertirlos en bombas a punto de explotar, escupiendo las palabras a derecha e izquierda pero sin gritarlas. Sí… imaginarlo es fácil, Don Roberto no gritaba nunca. No, no hacia falta alzar la voz, se podía ser categóricamente asertivo empleando un tono de voz correcto, solamente había que cerciorarse de que los presentes hubieran captado el mensaje escondido tras la frase, fuera la que fuera, y lo captábamos…. siempre lo captábamos.

Volví a mi habitación.


(continuará...)
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"Quien te dio permiso", novela corta merecedora de accéssit y mención especial en el certámen de novela corta Katharsis 2008.

5 comentaris:

Amando Carabias ha dit...

Y un día aprendimos que la vida iba en serio...
Tremendo, brutal... Maravillosamente escrito. Qué modo tan perfecto de situarnos en una nueva perspectiva sin que se notara el cambio... Por fuera todo igual: la habitación, el tesoro del baúl, pappeles amarillentos, y dentro, como una pesadilla, el alacrán...
¿O no será así...?
Bueno, ya falta menos para el próximo capítulo...

Isolda Wagner ha dit...

Emocionante, Marian, ¿cuántos secretos de familia nos habrán ocultado?.
Recuerdo el temor que me producía, buscar entre los estantes, porque sabía que mis padres guardaban cosas allí. Nada de interés por otra parte, pero esas incursiones al cuarto de los libros, me ponían el corazón a mil.
Y finalmente, con los años, se van descubriendo pequeños secretos que todos guardan.
Una vez más, besos expectantes.

© José A. Socorro-Noray ha dit...

Excelente, como todo lo que escribes. Ya sabes que soy un ferviente admirador de tu escritura.

¿Si los muertos no hablan por qué nos empeñamos en escuchar sus voces?


Un beso

Poetizame ha dit...

Felicidades, este blog ha sido seleccionado como aspirante al blog de la semana que viene en Poetízame (http://poetizame.blogspot.com).
Poetízame es un blog de poetas, que pretende ser encuentro de autores y lectores de este género en particular y en general de literatura.

La sección BLOG DE LA SEMANA tiene por objetivo reconocer aquellos blogs, preferiblemente de temática literaria, que merecen especial mención debido a la calidad de sus publicaciones, cantidad de ellas, originalidad y estética del sitio, sus autores, su compromiso social,... entre otros motivos valorados en su conjunto por Poetízame para su candidatura.
Posteriormente, y en la semana previa al fallo, se someten a votación en este blog por parte de todo aquel que quiera prestar su voto los cuatro blogs candidatos , siendo elegido la bitácora que presente más votos. En caso de empate, será los administradores de Poetízame quienes elijan el que ostentará tal mención, pasando el blog no elegido a formar parte de los candidatos para la siguiente semana.

Desde aquí animo a todo el mundo a participar. Y mucha suerte.

P.D: Recordar que esta mención, por ahora es exclusivamente honorífica, aunque en un futuro no se descarte otro tipo de prestación.

Isabel Huete ha dit...

Cuántos misterios se encierran en muchas familias! Misterios que acaban por salpicar a todos sus miembros y que nunca duran escondidos tanto como para no ser descubiertos. La carta es terrible y dolorosa.
¡Vaya cuelgue que tengo con esa historia!
Besis.