dilluns, 19 de maig del 2008

CARTAS DE ENTRE-GUERRAS



-Con las manos sucias de tierra coagulada-

De nuevo a este lado del papel, en un intento mudo de acercarte y de olvidar este reloj de ausencia prematura, donde las piedras han dejado de llorar porque saben de mi hambre de luna y musgo.

Puede que naciera ciega, pero tengo ojos en la punta de los dedos, y en el estante superior de mi cabeza guardo mis relatos de furtiva, el canto de los cuervos y la receta primordial de mis instintos, y justo en la esquina izquierda, guardo también mis sueños, hoy mismo he colocado con suavidad el último réquiem escrito en las hojas de los sauces. Avanzabas como un astro, ningún canto podría haber borrado de tus pupilas el acero y su desmayo, el éxtasis de las manos, la mirada salivante de las nubes queriendo averiguar cuántas muertes guardabas en el bolsillo. Sí, estabas imponente, con tu nombre palpitante corriendo camino abajo, prisionero de la lentitud del sueño. ¿Cómo podría explicártelo? he sentido la agonía del verde, ese verde mutilado traficante de eternidades en mi jardín más triste, tú lucías una lúgubre cabellera negra sustituyendo al cielo en la playa desierta de mi cuerpo, y una confabulación de silencios me perseguía, llevaban en su espalda el perfume del fracaso y la sangre de la tarde, con el vidrio de los ojos haciendo iridiscencias para confundirme. Entonces tú me regalas una hoja lunar, y yo creo de nuevo, creo en la hiedra imposible del desierto, en el cielo y su herida, y en su lengua de noche que no osa oscurecer el mar.

Tengo que ordenar todas estas hojas secas algún día, las releo de vez en cuando y me doy cuenta que no son más que nuestras hijas aplastadas por la vida, demasiado delgadas y sin secretos. Son como sardinas colgando del esqueleto del cielo, sin casi cuerpo, sin casi voz, tiritando entre las llamas del espanto, con las manos sucias de tierra coagulada.

Querido mío, mi hermano, te sueño en el azul que ya sólo vive en los suspiros del viento, ¿sabes? La luz es enfermiza a este lado del infierno. Qué clandestino se me hace tu recuerdo falsificando la plata de cada escama, con el aire envenenando cada branquia, en este exilio de salinas y arena que me llena la boca.



Hace mucho que mi geografía perdió el Norte y llueve sin parar en esta aberración de espacios decapitados. A contra-piel, siento como el azul se desploma y me integra en su caravana fúnebre.

Todas mis ciudades se espesan. Aumentan de talla a cada huella que engullen, y no pierden jamás el hambre en la mirada, dan miedo. Las moscas han tomado el poder, expertas en miserias, con los libros de texto aún bajo el brazo, pululan impunes sobre los restos de una humanidad cánida que se contenta con recordar la melodía de las canicas para no quedarse tan desnuda, tan sola, tan falta de identidad.

Las farolas dormitan mientras los Blues se matan entre ellos, se quedaron sin brújula musical ¿sabes?, todos los que perdimos la fe nos damos cita en esta plaza enferma, tío-vivo de tristezas, y esperamos a que huya la soledad, con su delantal de camarera y su sexo nuevo, que se vaya bien lejos, que aquí nadie la necesita para amontonar todos los minutos de oscuridad que se pueda.

Sí mi querido hermano, siempre nos hemos bastado a nosotros mismos para disfrazarnos de ratas muertas, para eso, no hacía falta ninguna guerra. Yo he quemado todas mis habitaciones, con sus techos y ventanas, y mis dudas se han aliado con el grito de las llamas para poder ser acusadas de alteración del orden público y comparecer así ante el tribunal supremo, donde un dios con las faldas arremangadas se merienda el destino de la humanidad.

Tengo que ordenar todas estas hojas secas, algún día… lo prometo.

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Relato publicado en el número inicial de la revista digital 3D3, proyecto de la Asociación Cultural Myrtos Gramma Al manar. (enero 2009)

2 comentaris:

Sarco Lange ha dit...

Es preciso y aun más urgente que preciso el ordenar esas hojas antes que sean abusadas sexualmente por los tanques pedófilos en un extraño fin de semana.
Desde clínicas, sanatorios y restoranes colaboro en ese aseo antes que todo sea muy normal...

Marian Raméntol ha dit...

Nuca nada será normal mientras existan tus ojos, una ventana abierta, y la voluntad de gritar, mi querido Duende... si tú no abandonas, yo tampoco lo haré.

Mil besos en Fa, sin sombras.