Salgo con la maternidad en brazos,
agitada, como quién mece un hueco de sal i agua
y mastica su catarsis con los ojos.
Por calcetines llevo caligramas,
y soy proscrita en cada playa, en cada charco,
por hacer la manicura a los hijos legítimos
de un azul grave con piel de sanatorio.
Imagino cuadros con tirantes de pincel
sujetando mujeres de aceite, mujeres de aire
inventadas por el reverso del tiempo,
el color suda y descansa.
Imagino excesos de carne, el mar, su lengua,
un mundo postrado en coma
con la ley de la tragedia en el abdomen
y el volumen del infinito resbalando por el pecho.
Salgo con recuerdos ajenos entre los brazos,
un viejo compra unos cuantos gramos de aliento
para cuando vengan las vacas flacas
a mofarse de esta falta de pulso.
Y la sal parece ahora
una mancha en la pared.
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2 comentaris:
La sal, la maldita sal, la sal enfermiza, la sal de todos los insomnios.
Es demasiado densa para digerirla, mi duende...
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