La lechuza, por fin, se ha vaciado los ojos.
Y el grito que dibuja
se agarra a mi esqueleto
como una explosión de palabras rojas
manchando mis caderas.
Como templo de vientre pronunciado,
me proclamo el lugar propicio
donde quedar exhausta
cuando la tarde es la condena más feroz,
y la intemperie, todavía sangra.
¡Que los perros con corbata
alquilen todas mis esquinas!
¡Que me señalen con el dedo,
que me culpen!
¿Por qué no?
¿Quién puede prohibir que la palabra
se alargue las pestañas con el sudor del mar?
2 comentaris:
mallarméiano, si se me permite el palabro
Se te permite, se te permite... para mi es un honor que algo en estos versos te evoque a uno de los grandes grandísimos del siglo XIX!
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