diumenge, 20 d’abril del 2008

UN MATRIMONIO UN TANTO ESPECIAL…


Una paloma reventada en la calzada y un montón de ojos abiertos sin mirarla, arrogantes, con esa salina manera de no cerrar los párpados. Ahora sé que no hay escapatoria. Ni siquiera las nubes me sirven ya de lanzadera, por suerte, mis manos y mi cabeza siguen respirando de puntillas y han conseguido no ser descubiertas todavía.

Mi trato conyugal con él se formalizó hace apenas tres años, sin contar el año previo en el que hubieron un par de coqueteos insinuantes que más olían a tarde de tómbola y regaliz que a otra cosa, al menos por mi parte, pero que por lo visto debieron causar una profunda impresión ya que aquellos sobeteos inocentes -aunque húmedos- han acabado en convivencia sacramental. Yo siempre me había movido como pez en el agua cuando de establecer relaciones se trataba, mi habilidad para convertirme en un todo terreno o en un Ferrari en dos minutos me habían permitido siempre comerme un bocata de calamares en un chiringuito de la playa o cenar en cualquier parador nacional, siendo igual de yo, simplemente feliz. Ahora ya no puedo llegar a mi chiringuito preferido porque está demasiado lejos y lo del parador nacional depende del traje que haya decidido ponerse el “capitán” esa mañana. Qué poco imaginaba yo por aquel entonces que una relación podía emprender un atajo tan directo hacia el infierno.

He intentado escaparme muchas veces, lo juro, hasta he llegado a envolver mi voluntad en papel celofán por si conseguía la más pura de las transparencias, le pregunté al vientre del cielo (antes de su deserción) cómo conseguir el estado gaseoso del estómago, y hasta tuve una reunión con los ángeles, pero nadie supo darme un salvoconducto hacia la libertad, aunque fuera la del otro lado. Ni sé cuántas ausencias forran mi cuerpo incierto repleto de altavoces mudos, como una trágica cosecha de violines de cartón. No hay vuelta atrás me dicen todos.

Soy tozuda, así que últimamente les he conseguido un par de citas a mis suspiros, un par de encuentros con toda una serie de “especialistas” en estos menesteres, intenté no hacer ruido, de veras, lo intenté, pero no sé como se las apaña para saberlo siempre todo, y las represalias son tremendas, (la última vez preparó un espectáculo sorpresa en mis vías respiratorias, guardándose muy mucho de que no entrara nadie, ni siquiera el aire, que pudiera interrumpirnos) cuando se pone así de serio da mucho miedo, os lo aseguro.

Tanto miedo como el provoca su guardarropía, sí, sí, ya sé que parece una locura, pero no lo es, ahora empezareis a comprender, dejadme que os explique: estos son sus trajes de diario, preciosos ¿verdad? Este de tono blanco purulento es de piel regenerada, tratada especialmente al Aloe Vera y corticoides, suele ponérselo cuando se siente amable y quiere agasajarme, el corte es impecable, holgado y bastante cómodo, ¿lo veis?, la verdad es que realza mucho su elegancia natural, eso no puede negarse. Este otro, de un blanco más roto, es de piel cortada, lo usa cuando quiere pasear por la vida con aires de ejecutivo agresivo, es de talla algo más ajustada, sin forro, y ensalza su silueta de canalla adaptándose a sus modales como un guante, le encanta. Pero su traje preferido es este otro, el negro, es una prenda de lujo, sí; éste es el que usa en las ocasiones más especiales, para ir a comer su plato favorito, “articulaciones inflamadas al oporto”, que por lo que parece debe ser una exquisitez, porque últimamente lo hace casi a diario. Y lo que ya no me atrevo a mirar es lo que hay en esa preciosa caja., la del rincón oscuro del fondo, por supuesto será un nuevo traje para más ocasiones especiales que, sinceramente, prefiero no averiguar.

Lo peor de todo es que me ha prometido amor eterno, y yo no tengo otro remedio que ir ensartando cada envite con el aliento que me queda para guardarlo después en el cajón donde guardo el alma en coma y los barbitúricos. Estoy tan cansada… cansada de su potestad salvaje para destruirme, de su intrusión continua en los pocos andamios que aún se tienen en pie y sujetan mi mente, de su boca de tumba, de su sed devastadora hacia el ultraje que paradójicamente me hace retomar el control de los días, ya ni me acuerdo de cómo se escribe la vida, sin embargo los sueños y esos calcinados delirios de mi misma, aun me esperan dentro de estos cajones de mantequilla que quedaron abandonados cuando les puse llaves de malezas y rencores.

No hay Dios ni inocencia en el dintel de esta afonía. El sol tiembla de frío en la parada del autobús que me lleva sin remedio a la lógica y tenebrosa vuelta a casa, atrás quedan las piscinas atiborradas de gente y lagunas amarillas repletas de fantasmas encapuchados que también sienten la mano reumática del sol caer como sólo caen los verdugos. El asco se adueña de mí al pasar por las avenidas en contra de los astutos paisajes, ya no hay vuelta atrás, mi tozudez tampoco me salvará hoy, y seguiré siendo la disculpa perfecta para hacer de los insomnios una gracia incandescente, todo es una carrera sin tiempo ni verdades, que así sea entonces y que los míos sepan perdonarme en esta renuncia expresa a cualquier posible revolución de asombros.

1 comentari:

Sarco Lange ha dit...

Ocurre con ciertos vientos que se presentan como huracanes y terminan siendo brisas de un mar carente de olas.