En esta ciudad sueltan olores a propósito
tienen campos de entrenamiento para las pituitarias
que aún osan creer en las mañanas.
Salen perfectamente uniformadas a la calle,
con sus calcetines a media pierna y su falda gris
que rivaliza con un regimiento de nubes forenses.
No se dan cuenta que los cafés
son más urgentes que de costumbre.
Y aunque en ocasiones el aburrimiento sepa nadar,
la luna sigue llorando sobre el cuervo,
y no siempre nos dejará el pulmón derecho de una acera
para que tensemos el arco y seamos reconocidos.
Me quema la garganta
mientras me abandono a ese exceso
que me hace sentir más próxima a la última tumba
desde donde aún puedo ver el mar.
tienen campos de entrenamiento para las pituitarias
que aún osan creer en las mañanas.
Salen perfectamente uniformadas a la calle,
con sus calcetines a media pierna y su falda gris
que rivaliza con un regimiento de nubes forenses.
No se dan cuenta que los cafés
son más urgentes que de costumbre.
Y aunque en ocasiones el aburrimiento sepa nadar,
la luna sigue llorando sobre el cuervo,
y no siempre nos dejará el pulmón derecho de una acera
para que tensemos el arco y seamos reconocidos.
Me quema la garganta
mientras me abandono a ese exceso
que me hace sentir más próxima a la última tumba
desde donde aún puedo ver el mar.
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